Los 6 reyes más fascinantes de la histora de Corea
La historia de Corea está llena de curiosidades y misterios y eso lo podemos ver si repasamos cada país del mundo. Pero en Corea, la cosa cambia: su historia está documentada con una precisión casi obsesiva, llena de detalles sobre figuras clave que marcaron época. Así que, prepárate, porque vamos a explorar cinco reyes coreanos que, aunque no lo sabías, te van a fascinar con sus historias, entre lo extraño y lo asombroso.
Rey Sejong, el Grande
Sejong el Grande es, sin duda, una de las figuras más importantes de la historia coreana. Reconocido como el creador del Hangul, el sistema de escritura que permitió a todos, sin importar su clase, aprender a leer y escribir, su legado trasciende siglos. También impulsó la ciencia, la agricultura y la tecnología, dejando bases sólidas para una sociedad más próspera.
Sin embargo, no todo su reinado fue igual de inclusivo. Mientras sus reformas beneficiaron a muchos, comunidades como la musulmana en Corea, que había aportado avances científicos y culturales desde la dinastía Yuan, vieron sus privilegios revocados y sus mezquitas cerradas.
A pesar de estas contradicciones, Sejong sigue siendo una figura venerada, un líder visionario cuyo impacto en la vida diaria de Corea sigue vigente, convirtiéndolo en un símbolo eterno de progreso y cultura.
Rey Gwanggaeto, el Expansor
Si hay un nombre que resuena con fuerza cuando se habla del poderío militar y la expansión territorial de Corea, es el de Gwanggaeto apodado el «Rey Expansor», su reinado sobre Goguryeo, entre 391 y 413, marcó una era dorada para el reino. Bajo su liderazgo, Goguryeo no solo se consolidó como una potencia regional, sino que alcanzó su máxima extensión territorial, abarcando gran parte de Manchuria, la península coreana y hasta zonas al norte de China.
Más allá de sus victorias militares, Gwanggaeto también destacó por su astuta diplomacia. Supo manejar alianzas y rivalidades con precisión, lo que le permitió proteger su reino de amenazas externas mientras lo fortalecía desde dentro. Su legado, grabado en la famosa estela de Gwanggaeto, no solo celebra sus logros militares, sino también su visión como líder, que sentó las bases para la identidad nacional coreana que persiste hasta hoy.
Rey Hyegong, el Afeminado
Hyegong de Silla, el 36.º rey del reino de Silla, gobernó de 765 a 780 en un periodo marcado por desafíos internos y rebeliones. Asumió el trono siendo un niño, y a lo largo de su reinado, enfrentó levantamientos liderados por funcionarios y clanes poderosos. Su juventud y desconexión con la política lo hicieron vulnerable, hasta que en 780 fue asesinado tras una revuelta.
La imagen más persistente de Hyegong es la de un monarca «afeminado». Las crónicas históricas lo describen como un hombre con gustos refinados, que prefería la compañía de mujeres y que mostraba un desinterés por los asuntos militares. Esta caracterización ha sido objeto de diversas interpretaciones a lo largo de los siglos. Algunos historiadores sugieren que estos atributos fueron exagerados por sus enemigos políticos para desacreditarlo y justificar su oposición. Otros, en cambio, los toman como evidencia de una desviación de la norma de masculinidad vigente en la época.
La historia de Hyegong nos recuerda que los líderes históricos eran humanos, con vidas complejas, y plantea reflexiones sobre la evolución de las percepciones de género y poder. Aunque su reinado terminó en tragedia, sigue siendo una figura fascinante en la historia de Corea.
Rey Taejo, el Guerrero
El rey Taejo y el rey Taejong de Joseon son figuras clave en la historia de Corea, pero su ascenso al poder estuvo lleno de intriga, traición y violencia, como si se tratara de un drama de época.
Taejo, el fundador de Joseon, derrocó la debilitada dinastía Goryeo en 1392 tras una serie de victorias militares y una rebelión en 1388. Estableció una nueva dinastía, trasladó la capital a Seúl y consolidó el poder, pero su reinado estuvo marcado por tensiones internas.
El conflicto familiar alcanzó su punto máximo en 1398, cuando su hijo Yi Bang-won (futuro rey Taejong) mató a su hermano y a varios aliados de la corte en lo que se conoció como la «Primera Contienda de los Príncipes». Esta brutal acción llevó a Taejo a abdicar en favor de su otro hijo, Yi Bang-gwa (rey Jeongjong). En 1400, Jeongjong cedió el trono a Yi Bang-won, quien se coronó como Taejong, consolidando finalmente el poder de la dinastía Joseon.
Así, la dinastía Joseon, nacida de la lucha por el poder, se consolidó como una de las más largas y significativas de la historia de Corea. Todo un drama, ¿verdad?
Rey Cheoljong, el Títere
Cheoljong fue el vigésimo quinto rey de la dinastía Joseon, un monarca cuyo reinado estuvo marcado por la manipulación y la decadencia del reino. Nacido en la isla de Ganghwa en la pobreza, fue elegido rey a los 19 años tras la muerte del rey Heonjong sin heredero. El clan Andong Kim lo colocó en el trono, viéndolo como un rey fácilmente controlable debido a su analfabetismo y falta de preparación. A pesar de ser coronado, Cheoljong nunca aprendió las costumbres reales y estuvo bajo el dominio de los Andong Kim durante todo su reinado.
Su matrimonio con Kim Mun-geun, futura Reina Cheorin, fue otro movimiento para consolidar el control del clan. Aunque gobernó durante 13 años, su reinado estuvo marcado por la falta de poder real y las intrigas políticas. La historia de Cheoljong es un reflejo de la lucha por el poder en una Corea en declive, donde su figura se destaca como un rey atrapado entre las fuerzas que lo manipulaban y las crecientes tensiones internas del reino.
Rey Yeongjo, el asesino de parientes
El rey Yeongjo fue el 21.º monarca de la dinastía Joseon y es recordado por sus logros en la administración y la cultura, así como por su mano dura en el gobierno. Durante su reinado, promovió reformas políticas, fortaleció el sistema burocrático y apoyó el desarrollo cultural, siendo clave en la consolidación de las bases del reino en un periodo de relativa estabilidad.
Sin embargo, su legado está marcado por la tragedia familiar, especialmente por la muerte de su hijo, el príncipe Sado. Debido a su comportamiento errático y sus actos violentos, Yeongjo ordenó su ejecución, encerrándolo en un cofre hasta su muerte. Esta decisión ha manchado su imagen histórica, pues se le recuerda no solo como un gobernante fuerte, sino también como el monarca que sacrificó a su propia familia por mantener el control.